lunes, 25 de octubre de 2010

El sueño de una Madrugá en Carmona

El sábado, Carmona se vistió de Madrugá del Viernes Santo. Lo hizo sin llegar a la medianoche, convirtiendo la catedral de la localidad, Santa María, en la basílica de San Lorenzo y teniendo el privilegio de ver andar por sus calles al Gran Poder. Y no porque el Señor de Sevilla se marchase al 'Lucero de Europa' para hacer aún más larga su zancada, sino que lo hizo por Él la imagen que mejor y con mayor acierto se ha hecho a su imagen y semejanza: el Señor de la Divina Misericordia de la orden servita de la citada localidad hispalense.

Y es que nunca antes se había podido ver una talla semejante, sobre todo porque esta, tallada en 1998 por Jesús Iglesias, es el más fidedigno reflejo de la obra maestra de Juan de Mesa, sobre todo si comparamos ambas imágenes antes de la restauración de la que salió de la gubia del genio cordobés. Así, a simple vista, podía pensarse que Cronos nos había permitido dar marcha atrás y disfrutar de la noche mágica de Sevilla, salvo que con un decorado distinto, de calles empedradas y estrechas que se extienden entre un sinfín de campanarios, murallas y espadañas. Además, sin estar ubicado en ese maravilloso canasto que tallase hace siglos Ruiz Gijón, sino en otro cargado de historia como el que portó hace casi doscientos años al Nazareno de La O al cruzar por primera vez el río por el puente de barcas.

Incluso, el silencio dejó paso a la música, la de una banda del Sol que interpretó marchas fúnebres de palio durante toda la procesión, ofreciendo una instantánea casi irrepetible que muchos pudieron disfrutar 'in situ' y que, a buen seguro, tendrán grabada a fuego en su memoria. Porque a unos 30 kilómetros del centro de l capital hispalense, se pudo vivir, en mitad de octubre, una Madrugá distinta, que lo fue sin serlo y alrededor de una advocación que lo pareció pero jamás lo fue. Y es que incluso, en el mundo de las cofradías, la realidad es capaz de superar a nuestros mejores sueños.

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