domingo, 6 de marzo de 2011

Cádiz entre cajas y pitos de caña...

... Y Sevilla apurando los días antes de que llegue por fin la Cuaresma. Sobre todo porque hoy, Domingo de Coros en la Tacita de Plata, acaba en la capital hispalense el último fin de semana en el que la ciudad no estará preparando plenamente su Semana Santa, aunque en esta ocasión la espera está siendo tan tremendamente larga que ya algunos preludios se han ido adelantando. Sin embargo, las bullas estarán hoy no es nuestra ciudad, sino a orillas de una bahía en la que retumban las coplas preñadas de bromas y crítica social, entre máscara, confeti, serpentinas y matasuegras, sirviendo como el mejor ágape posible para Don Carnal.

Mientras, la Señora Cuaresma comienza a remontar el Guadalquivir, viendo de lejos un puente que en un mes y medio estará llena de capirotes y túnicas de nazarenos, acompañando a una Estrella que se escapará del Cielo a media tarde. Según se acerca, ve la ciudad quieta, dormida, desperezándose tímidamente hasta que en apenas tres días una huella de ceniza marque su frente y marque un nuevo despertar; ése a partir del cual las hojas del calendario se irán cayendo como por arte de magia, entre el ansia porque lleguen los días grandes y el miedo a que, una vez que estén entre nosotros se nos vayan casi sin darnos cuenta.

Hasta entonces, las calles de Sevilla continuarán semidesérticas, ya que muchos estarán en Cádiz, entre cajas y pitos de caña; entre cuplés, pasodobles y sabor a sal. Así ocurrirá durante varias jornadas, las que quedan para que la capital hispalense vuelva a retomar su pulso, para que la vida vuelva a abrirse paso entre Vía Crucis y conciertos; entre capirotes de cartón, montaje de palcos y olor azahar. Porque el invierno se despide de nosotros a los píes del mar, entre olas que hacen de pentagrama para compositores casi anónimos que firman creaciones que muchos conocidos quisieran igualar. Pero la primavera se abre paso poco a poco, siempre de frente, llegando a los píes de la Giralda entre plazoletas y parihuelas rodeadas de hombros cuyo único equipaje cabe bajo el brazo, en un simple costal. Y es que un año más libran su duelo a muerte, entre Sevilla y Cádiz, la Señora Cuaresma y Don Carnal.

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