sábado, 23 de julio de 2011

Distancia

A estas alturas de julio, media Sevilla ha emigrado hacia las playas, viendo desde la distancia lo poco que sucede en la ciudad por estas fechas. Quizás por ello, a uno se le viene a la mente aquellos que durante los días grandes viven una situación parecida, tirando de la televisión, internet o la radio para vivir lo que sucede en las calles hispalenses, que por unas horas, y gracias a la grandísima labor que cumplen entonces los medios de comunicación, parecen estar más cerca que nunca, aunque puedan encontrarse en la otra punta del planeta.

Y es que quienes jamás hemos experimentado esa sensación llegamos a imaginarla como la peor de las penitencias posibles, puesto que estar lejos de la capital hispalense cuando se celebra la fiesta que le da sentido es prácticamente inconcebible. Pero hay veces en las que el trabajo u otros factores pesan mucho más de lo deseado y no queda otra que aguantarse, esperando que otros puedan ejercer de ojos y oídos para poder sentir lo que no está a nuestro alcance, pero la tecnología nos pone por delante como si fuese un auténtico milagro. Da igual que no se pueda oler el incienso y el azahar, o que los efectos de la bulla lleguen a echarse de menos. Las emociones campan a sus anchas, incluso en mayor medida, por el cuerpo de cada uno, erizando la piel más allá de lo que podrían hacerlo si todo sucediera con total normalidad.

¿Cabe más devoción que esa, la de creer sin ver más allá de un monitor o escuchar lo que suena en un transistor? Sin duda. Porque son situaciones así las que, aunque no lo parezca, dan sentido a la Semana Santa, más allá de lo que muchos tildan de una fiesta que ha perdido su original sentido religioso por lo folclórico. ¿Por eso hay quienes no pueden vivir sin ella aún a miles de kilómetros de distancia? ¿Acaso no hay quienes no dudan en recorrerlos para disfrutarla aunque sea a cuentagotas? Esa es la magia de los días grandes, que crecen sin límites, inyectando su 'veneno' a quien participa en ella para que nadie pueda paliar sus efectos jamás. Quien lo ha probado lo sabe, y ejemplos hay de ello no sólo en Sevilla...

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