lunes, 25 de julio de 2011

Gubias y leyendas

La Semana Santa de Sevilla tiene un componente místico muy difícil de obviar. Y gran parte del mismo tiene que ver con sus imágenes. No en vano, existen multitud de leyendas, casi tantas como titulares de nuestras hermandades, sobre ellas, dándole un sabor especial a tantos siglos de historia que, afortunadamente, tenemos ante nuestros ojos. Así, de todos es sabido que sobre la Macarena cuentan que se encontraba en el hospital de las Cinco Llagas, actual Parlamento, y que la cofradía se hizo con Ella a cambio de un reloj para el citado inmueble. Eso sí, acordaron que de volver a entrar allí nunca volvería a salir. Sin embargo, la Virgen regresó a la que durante un tiempo dicen que fue su casa y no sólo la abandonó sino que se emancipó y se fue a vivir enfrente. Es más, con el paso de los años vio cómo hubo otra historia en torno a ella, la archiconocida de un borracho que le tiró accidentalmente un vaso a la cara, dañando su policromía, y que purgó este pecado después desfilando como penitente y con grilletes tras sus pasos cada Madrugá. Sin embargo, de ello no hay ninguna prueba, ni falta que hace...

Como tampoco existen sobre si Ruiz Gijón se inspiró en un gitano agonizante para sacar de la madera la cara del Cachorro. Sí las hay, en cambio, de que la talla original se encuentra en la capilla del Patrocinio y no en el panteón de la familia de Anibal González, adonde, como defienden muchos, habría llegado tras el incendio de 1973, en el que habría quedado tan dañada como para ser sustituida para una copia. Precisamente en aquel suceso pereció pasto de las llamas la titular mariana de la hermandad, cuyas cenizas reposan en el interior de la actual, que Álvarez Duarte talló a imagen y semejanza de la anterior.

Pero hay muchísimas más. Como la de ese hombre al que una Madrugá el Gran Poder le devolvió la visita entre la lluvia, poco después de que este prometiese que nunca más iría a verle por no haber atendido sus súplicas. O la de que Ortega Bru quedó tan impresionado por el Señor de la Caridad de Santa Marta que para darle más realismo llegó a pintar su sangre con la que corría por sus propias venas. Quizás ello explicaría lo mal que le sentó que la corporación de San Andrés sustituyese a su Virgen por la que actualmente tiene de Sebastián Santos y que obligó al gaditano a renegar de su obra, dejando muy claro en la espalda del Soberano Poder de San Gonzalo que ese, y ningún otro, era su "Cristo para Sevilla". ¿Y quien no sabe eso de que Martínez Montañés llegó a exigirle a Pasión que respirase, porque era lo único que le faltaba?

Mientras, Antonio Illanes quiso inmortalizar a su mujer para la posteridad, poniendo su cara a la Virgen de las Tristezas de la Vera+Cruz. Otros siguieron su estela en figuras secundarias para misterios, tomando como modelos a vecinos ilustres de diferentes barrios, personajes populares y a ellos mismos. De igual modo, a nadie se le escapa que Emilio Pizarro remodeló un ángel para crear a la Virgen de la Cabeza de Las Siete Palabras. Incluso hay imágenes, como el Señor de la Salud de La Candelaria o la Virgen de la Angustia de Los Estudiantes (que pudo haber sido de San Gonzalo por cuestión de unos pocos minutos) que han paseado por la ciudad como titulares de dos hermandades distintas. Y también hay quienes defienden que el Señor de la Salud de Los Gitanos de Montes de Oca no se quemó en el incendio de San Román de 1936 y que, como también dicen del Cristo de Mena de Málaga, algún día volverá a ver la luz.

También están mitos sobre los que se han fraguado la fama de algunas corporaciones, como la del parecido del Cristo de Burgos con el de la Catedral de la provincia castellanoleonesa, o la de la 'Valiente' de La Estrella, por salir en plena República, en el año 1932, o la de que Jesús Despojado es el 'Cristo de la cárcel' por haber sido tallado allí por Antonio Perea mientras cumplía condena. Y la lista sería infinita, puesto que no habría papel suficiente como para darles cabidas a todas. Sobre todo, porque en un campo en el que la historia y lo religioso se dan tantísimo la mano es imposible que no las haya. Pero también porque esta ciudad se presta desde siempre a ello, tanto que, parafraseando a Bécquer, su historia podría resumirse entre 'Gubias y Leyendas'.

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