Esperando que el Niño crezca

Pues ya está aquí un año más. Como quien no quiere la cosa, el calendario ha ido avanzando con paso firme y decidido, llegando a la Nochebuena, ése momento en el que según las Escrituras el Hijo de Dios llegó a la tierra para hacerse hombre. Hoy es día de reuniones familiares, de comilonas entre Belenes y luces, de reencuentros y buenos deseos entre seres queridos, de recuerdos por los que ya no están y, en clave cofrade, también de miradas de soslayo al Portal, queriendo que el tiempo corra más de lo normal y aquel de quien festejamos su nacimiento crezca de golpe.

Porque este año, cuando tuvo que hacerlo, pasó casi de puntillas por nuestro lado, con una Semana Santa en versión reducida que nos supo a muy poco (recuérdalo aquí). Por eso, parece que casi hemos empalmado dos años de espera y no vemos el momento de cambiar los villancicos por marchas y las reuniones en los salones familiares por bullas a pie de calle. Pero sólo hay que mirar al pesebre para hallar consuelo, porque Él ya está aquí, dando sus primeros pasos en una vida que se condensará en poco más de cuatro meses y que volverá a dar sentido a la ciudad en su fase final, allá cuando de nuevo abril despunte en el calendario.

Ya apenas quedan 99 días para un nuevo Domingo de Ramos; 97 para que el Viernes de Dolores nos traiga los primeros nazarenos de 2012; 59 para que llegue el Miércoles de Ceniza y todo se acelere aún más con la Cuaresma. Todo parece que queda hoy un poquito más cerca, en esta noche en la que un Niño nace y, paradójicamente, ya estamos esperando que muera. Quizás porque sabemos que resucita siempre, como Sevilla en primavera. Por eso, ahora, recién estrenado el invierno y a tan sólo una estación de distanciade los días grandes es inevitable mirar al Belén y desear con todas nuestras fuerzas que Ése que está envuelto entre sábanas en un pesebre crezca rapidamente, para que en apenas unos meses su cuerpo, nuestros sueños y la ciudad se hagan grandes de golpe. ¡Feliz Navidad!