martes, 18 de mayo de 2010

A mi compañera de bullas

¿Qué sería de todo cofrade sin la compañía adecuada? Probablemente, algo muy distinto. De hecho,  con la de horas que uno se lleva en la calle viendo pasos durante la Semana Santa, cómo para ir a disgusto. En este sentido, es más que probable que todo 'capillita' tenga un 'partener' fetiche para esos días. Yo, para no ser menos, también tengo la mía, alguien con quien tengo la suerte de compartir mi vida desde hace justamente seis años. Por eso, me van a permitir que le dedique directamente a ella esta actualización que, espero y deseo, tenga a bien leer.

Recuerdo como si fuera ayer aquellos días de nazarenos y pasos de 2004, cuando desde el Viernes de Dolores estuve pendiente de cómo proponerle quedar un día, algo que hice el Sábado Santo, esperando una respuesta positiva que hiciese todavía más grande aquel Santo Entierro Magno. No hubo suerte, aunque aquello sí motivó un acercamiento sin el que, sin duda, el Domingo de Ramos siguiente lo habríamos pasado por separado.

Así, afortunadamente, en pleno mes de las Glorias, toque el Cielo con las manos. Al cabo de unos meses, en un banco de Nervión, me tocó hacer la confesión de que era un enamorado de las cofradías, algo que tardé en decir abiertamente por miedo a tu reacción. Sin embargo, como tú dices, ya sentías algo por mí que no te permitía censurarlo, por lo que desde ahí el tiempo fue convirtiéndose en un cursillo acelerado de hermandades y pasos. Y en ésas llegó el Domingo de Ramos, ése en el que estrené aquello que más ansiaba, poder pasear contigo del brazo. De aquella Semana Santa nos quedará para siempre la anécdota de unas patatas que mancharon un traje de Cigarreras, una Madrugá con susto incluído en Alfonso XII y aquella saeta peculiar en La Alfalfa ante los pasos de La Trinidad. Pero, ante todo, fue la primera Semana Grande en la que entre bullas, esperas y programas pude disfrutar a tu lado.

A ella siguieron cinco más. La de 2006, con aquellas lágrimas de emoción que despertó una 'revirá' de Jesús Despojado. Aquella infame de 2007, en la que el trabajo nos privó a los dos del Domingo de Ramos, la lluvia de San Benito y en la que el Jueves Santo estuvo marcado por las lágrimas que caían del Cielo por una tarde plagada de reencuentros. ¿Cómo olvidar tu apoyo tras aquella 'Hora Nona' y durante aquellos días de Pasión y Muerte que nos tocaron en suerte? Ahí estuviste, como siempre, a mi lado, sacándome a flote.

Menos mal que en 2008 las aguas volvieron a su cauce y salvo las precipitaciones no hubo ningún otro susto. Ya por entonces empezabas a tener tu propio criterio, encandilándote con las marchas de Virgen de los Reyes, con los vellos de punta con los cambios del Pilatos de San Benito o, como en 2009, volviendo a emocionarte con detalles como El Cristo de Burgos volviendo por su plaza con la penumbra como única compañía.

¿Y qué decir de esta última? En la que más que nunca has sido la mejor compañía. Ésa en la que no te has  tomado días sabáticos y donde no has parado de sorprenderme con tus avances en el mundo 'capilleril', llegando a rectificarme con razón en varios detalles y aprobando, para siempre, 'Primero de Bulla'. Ahora, de cara a 2011 quedan la promesa de unas 'prácticas' en las que te enfrentarás a un reto, diseñar el recorrido íntegro de un día, y un deseo, el de poder compartir el resto de mis Semanas Santas contigo. Porque tras seis a tu lado, no me imagino ninguna lejos de ti. Quizás porque tú eres quien de verdad la hace diferente o porque, a día de hoy, mi Semana Santa eres tú.

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