lunes, 3 de mayo de 2010

No sólo de Glorias vive mayo

Es otro de los decorados más habituales de Sevilla en estas fechas. El formado por un reguero de niños que anteceden a un pequeño paso sobre el que, orgullosa, se eleva una cruz de madera flanqueada por dos escaleras y en cuyo travesaño está colgado un sudario. Son las Cruces de Mayo, el primer paso de muchos pequeños en el mundo de las cofradías, de emular a sus mayores ejerciendo de capataces y costaleros arrancando el aplauso y la mirada de cuantos se cruzan con ellos.

Y lo cierto es que lo difícil es no cruzarse con alguna, porque casi se podría decir que surgen de la nada. Están, por un lado, las 'oficiales', aquellas queestán organizadas por hermandades, asociaciones de vecinos y diferentes colectivos, de las que se hace cumplida publicidad para que todo el mundo sepa cuando puede acudir a verla. Son las que cuentan con un cortejo bien formado, en el que no faltan ni huchas ni insignias ni, incluso, alguna que otra niña vestida de flamenca que le da el toque folclórico a estos 'conatos de procesión'. Del mismo modo, no falta la banda, ya sea completa o 'pirata' (una representación pequeña de alguna) tras el paso, poniendo la banda sonora a cada chicotá.

Pero también están las más modestas. Ésas que surgen del capricho y el esfuerzo de unos pocos niños que quieren formar su peculiar cofradía, que cuentan con una parihuela hecha a la antigua usanza, con cuatro palés o maderas a la que, con paciencia, se han hartado de clavarle puntillas hasta fijarle las trabajaderas y los zancos. Son las que el brillo de su canastilla son el fruto del reflejo de los rayos del sol en el papel de plata, cuyos candelabros son media botella cortada, sus faldones una ropa de camilla prestada y que cuentan con flores que no se secarán de un día para otro, pues están hechas con papel de estraza. En ellas, todo es humilde y artesano, pero no por ello hace a sus propietarios echarse atrás y pasearla con orgullo por las calles, ya sea en silencio, con la sóla compañía de la voz del capataz, o con una radio y un disco de marchas en la trasera.

Y así, muchos se estrenarán en este mundillo, como otros tantos lo hicieron antes, porque ¿cuántos costaleros salieron por primera vez en alguna Cruz de Mayo? ¿Y cuántos capataces? Aquí, el juego y la devoción se dan la mano asegurando el relevo generacional, ése que dentro de unos años se verá claramente en la composición de las cuadrillas de nuestras hermandades y en el que la primera piedra se pone cada vez que llega el mes de las flores en estos pequeños pasitos. Y es que no sólo de Glorias vive mayo, sino también de decenas de Cruces con las que nos cruzamos en cada esquina, recordándonos que hay cantera y las ganas de Semana Santa aquí no se terminan.


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