La actualidad cofrade ya mira hacia Almonte, hacia la aldea de El Rocío. Hasta allí echó a andar ayer, a primera hora, la hermandad de Sevilla Sur. Hoy, justo cuando se cumplan 24 horas del inicio de su camino, harán los propio las de Triana, La Macarena, El Cerro y la castrense de Tablada, llenando la ciudad de carretas, romeros y simpecados. Mañana será el turno de la hermandad de El Salvador, que será la última de las hispalenses que cruzará las arenas en busca de la ermita de la Blanca Paloma.
Pero ninguna se irá sola. De hecho, como sucede con todo, Sevilla se echará a la calle para despedirlas, a pesar de que salgan muy temprano y de que, en muchos casos, roben horas de sueño a sus vecinos con el retumbar de sus cohetes. Por eso, zonas como San Jacinto o Feria vivirán bullas idénticas a la de los días grandes de la Semana Santa, salvo por el hecho de que los volantes sustituirán a las túnicas y los sones de flauta y tamboril a los de las cornetas y lo tambores.
Es la forma en la que la ciudad vivirá las únicas horas de El Rocío que tienen lugar dentro de sus propias fronteras. Ésa que finalizarán cuando el último simpecado se pierda por El Aljarafe. A partir de ahí, Sevilla irá andando, como reza la canción, camino de las arenas, rindiendo cumplido tributo a una devoción casi milenaria y que muchos se han encargado de trivializar y devaluar. Pero aún así sigue vigente y se renueva cada semana previa al Lunes de Pentecostés, cuando la capital hispalense se viste de romera y emigra a una aldea en la que una Virgen la espera.
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