Pese a la fumata blanca de hace poco más de un mes (recuérdalo aquí), las aguas continúan bajando revueltas por la Soledad de San Buenaventura. No en vano, la posibilidad de que el Señor de la Salvación salga a la calle rumbo de la Catedral en la próxima Cuaresma vuelve a estar en el aire, puesto que el pasado 15 de diciembre varios miembros de la corporación han impugnado esta decisión, que no hay que olvidar que fue apoyada por el 70 por ciento de los hermanos que estuvieron presentes en el cabildo extraordinario.
Del mismo modo, la junta de gobierno de la cofradía vive una profunda crisis, con varios cargos sin ocupar y viviendo un relativo vacío de poder en el que se apoyan los disconformes para elevar la voz contra una medida que sería histórica e, incluso, irrepetible. Así, se pasa por alto el apoyo franciscano a la propuesta, inaudito a tenor de los antecedentes protagonizados por la hermandad y la orden que regenta el templo; o el del arzobispo, que no había puesto ni un sólo pero.
Como ya ocurrió en Pasión (leelo aquí), de nuevo un recurso parece estar en disposición de paralizarlo todo. De hecho, plazos y oportunidades hay para ello. Esperemos que también cabeza para caer en la cuenta que poco o nada hay de lógica, pero demasiado de capricho y ganas de dar la nota. Con que la historia no se repita, ya sería suficiente, sobre todo teniendo en cuenta que en San Buenaventura se quiere escribir la de esta Cuaresma de un modo absolutamente diferente. Todo es que la dejen hacerlo.
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